El problema con el libertarianismo (Roma puede caer, pero la Iglesia no)
Texto transitivo entre la entrega #1 y la entrega #2 - parte II
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Miembros de Juntos por El Cambio en la marcha del orgullo LGBT, 2021
Ésta es la segunda parte del texto bisagra entre la entrega #1 y la entrega #2.
El peor virus es aquél que mata a su huésped antes de que logre infectar a otros huéspedes. El segundo peor virus es aquél que aunque no mate, genera unos síntomas claros y obvios en el huésped infectado; de esta manera, alejando a los miembros sanos de la especie de los individuos enfermos, previniendo así futuras infecciones.
El mejor virus es aquél que ni siquiera logra generar pavor en los huéspedes infectados, y por ende éstos no toman medidas contra él ¿Qué es lo que quiero decir? Nunca hubo campaña global para curar el resfriado común. Mientras tanto, la OMS (y con razón) celebra la erradicación de la viruela. Pero el virus más nocivo es aquél cuya virulencia es tal, que aunque mate a la mitad de la población, para el momento en que los síntomas empiezan a manifestarse, ya es demasiado tarde, casi todos están infectados; y posterior a la devastación cambian para siempre el ecosistema y el comportamiento de su especie huésped.
La Peste Negra, que mató de un 1/3 a la mitad de la población europea, es la responsable de que colapsara el sistema feudal. La cepa de la viruela que era asintomática para la mayoría de los conquistadores, fue esencial en la derrota del Imperio Azteca; los pueblos aborígenes fueron diezmados a través de las enfermedades para las cuales anticuerpos no tenían. Es decir, la descripción tipológica de arriba (peor virus, segundo peor virus, mejor virus, etc.) muchas veces corresponde a un mismo virus que evoluciona en diversas cepas y que al mismo tiempo hace evolucionar a su huésped; es decir, la relación entre virus y huésped suele comenzar de manera inestable, y a través del tiempo ésta se va estabilizando.
El hecho de que en Argentina y otros países hispanoamericanos siga más o menos vigente el discurso marxista (ya sea a favor o en contra, en tanto que se lo relacione a la izquierda), es sólo porque vivimos “quince años atrás de la curva”. Recién Uruguay y Argentina van aprobando el aborto, algo que en Norteamérica y Europa llevaba décadas siendo ley común. En los círculos académicos occidentales, el gremio de alquimistas, quienes son los que bajan la línea de las políticas imperiales, el marxismo no es más que una reliquia respetable, como lo es platonismo para el filósofo de derecha; como lo es en la teoría musical el sistema pitagórico de afinación.
La noción de paciente cero es esencial. Supongamos que tenés un paciente cero en una ciudad, que trabaja en un establecimiento donde entra en contacto con miles de personas diariamente, como una universidad. Ahora suponé que tenés otro, que vive en medio del campo, en un pueblo de unos pocos cientos de habitantes ¿Cuál de los tiene más chances de contagiar, de iniciar una pandemia? La siguiente analogía es de Mencius Moldbug: pensá, contingentemente, que la derecha es el virus X y que la izquierda es el virus Y.
“El libre mercado de ideas” colapsa desde el momento en que está incentivado externamente. Es decir, no triunfan las mejores ideas ni las más verdaderas, sino las que dan más dinero y poder a quienes las empujen; en detrimento de la sociedad. Y esto siempre va a pasar. Las universidades, los medios masivos, las productoras de la industria cultural; todos son de izquierda, y por ello es más fácil de infectarse con el virus Y.
La misión de un virus es la mera replicación, y su medio es la infección; por ende, su comportamiento, en tanto que sea el desplazo y traslado a través de espacios geográficos, públicos, sociales, está determinado por el comportamiento de sus huéspedes infectados. El virus muta a medida que los huéspedes van desarrollando anticuerpos. El virus de la derecha mutó, para poder sobrevivir, al respecto de su postura sobre la homosexualidad, al intercambiar material genético con el virus de la izquierda (que muestra mayor virulencia en la actualidad). Virus de distintas cepas intercambian material genético, cuando se encuentran infectando a una misma población, para aumentar su éxito evolutivo.
Por ejemplo, hoy es impensable que Macri volviese a decir que la homosexualidad es una enfermedad, ahora Cambiemos y el PRO abrazan la postura LGBT; lo mismo la pedaleada para atrás de CFK con la ley del aborto. Todo esto lo hemos visto con detalle en la entrega #1:
No todos los virus son igual de virulentos ni de mortales. Por ejemplo, el virus del comunismo, cuando las defensas de la población están bajas, es como la peste negra —70 millones de muertos en China, 25 en la URSS, el 25% de la población en Camboya, etc.—. El progresismo occidental es un resfriado que no se va, que nunca llega a matarte, pero te hace la vida tortuosa si querés estar en los centros urbanos, académicos y públicos, a menos claro que te adaptes. Y el adquirir anticuerpos es aceptar la ideología interseccional (recordar que tradicionalmente las vacunas eran virus atenuados; una infección voluntaria y controlada).
¿Pero por qué hay gente que es naturalmente inmune, que aunque no esté vacunada por decirlo así, no se enferma? ¿Qué queremos decir cuando decimos izquierda, derecha, liberalismo, conservadurismo, etc.? ¿Cómo explicamos lo siguiente?
Quiero hacer cinco preguntas:
Si la lucha por los derechos LGBT es de izquierda y la lucha por el libertarianismo es de derecha ¿Qué es entonces el libertarianismo queer?
¿Por qué, si esa chica y ese chico comparten la ideología libertaria, están enfrentados?
¿Por qué la chica dice que los lobby son de izquierda, si un lobby implica cosas que están en armonía con el libertarianismo: a) libertad de asociación, b) disposición libre en las decisiones sobre las organizaciones en las que se tiene propiedad, c) libertad de expresión?
¿Por qué ella es incapaz de separar al marxismo de la homosexualidad?
¿Por qué hay libertarios de derecha que se llenan la boca con “proteger a Occidente” cuando fue el propio Occidente quien concibió al progresismo interseccional, quien lo nutrió y expandió a través de naciones y estamentos sociales?
Aquí es donde rompo con Moldbug. La izquierda y la derecha no son virus; son inclinaciones; hace más de doscientos años había izquierda y derecha. Lo que puede estudiársele empíricamente, examinar su “genoma” e historia evolutiva, es la ideología, es decir las doctrinas políticas. No hay que confundir izquierda y derecha con ideología o doctrina política, pues ¿Qué tienen en común —en cuanto conforman proposiciones lógicas, planes de acción detallados— los jacobinos, los bolcheviques y el kirchnerismo? Sin embargo, todos ellos son izquierda en sus respectivos momentos. El problema con esto de hablar solamente de virus, es que no toma en cuenta la otra parte del proceso infeccioso, el cuerpo del huésped.
La cosmovisión (de carácter metafísico), digámoslo así, es tu base biológica, tu genética. Tu ideología (de carácter físico [en el sentido de que es un ser particular que habita dentro de una ontología, que todavía no ha sido analizada en ningún nivel de abstracción más allá de cómo se presenta a sí misma]) es la cepa del virus que te infecta. Es por esto que encontramos gentes de izquierda viviendo en el campo y gente derecha viviendo en las ciudades, a pesar de que la izquierda sea un fenómeno infeccioso predominantemente urbano y la derecha predominantemente rural. Pero los virus adaptan a los cuerpos, por ejemplo, nuestra mitocondria supo ser una bacteria que pasó de una relación parasitaria a una relación simbiótica con nuestras células eucariotas; quedando así ligadas para siempre; a través de un proceso evolutivo y mutuamente beneficioso.
El paso de la civilización clásica a la civilización occidental es un ejemplo de esto; el cristianismo pasó de ser un parásito a ser el motor de Europa ¿Por qué el cristianismo pudo infectar tan fácil al Imperio Romano? Por una razón muy simple; una mutación que inició Sócrates en su diálogo con Eutifrón y que cimentó Aristóteles con su concepción del Dios. Después de ello, el espíritu clásico no habría podido conformarse jamás con la noción de divinidades con un nacimiento, vida y posible fin, como Saturno y Júpiter. Desde entonces, los dioses no pueden ser físicos, sino metafísicos, y como la constitución del ser es una, se allanó el camino al monoteísmo, en especial al cristianismo, donde el Dios trinitario explica dialécticamente su participación en la totalidad del ser.
¿Por qué te hablo de esto? Porque así como los socráticos son responsables de haber allanado el camino al cristianismo (al educar en la metafísica a las élites, que luego a través de la fuerza institucional terminarían por implantar el cristianismo en el Imperio), tenemos que pensar en qué filósofos allanaron el camino a la izquierda progresista (cuyas élites de igual manera nos están imponiendo el progresismo); y Marx no fue, porque Marx se sigue moviendo bajo la sombra de Platón. Es por esto, que como señalara en la entrega #0 y luego describiera en la entrega #1, es imprescindible separar la capa basal (metafísica) de la cortical (ideológica, política y social).
El cristianismo luego mutó, incorporando rasgos que lo hicieran compatible con su huésped de manera estable (y no violenta como lo hubo sido en la época del Imperio), por medio de la centralización en el Vaticano y lo que llamamos escolástica (la fusión del intelecto clásico con la espiritualidad cristiana).
Pero la debilidad metafísica, la que llevó a que el cristianismo se propagara por las élites del Imperio, tuvo que estar presente desde antes de la adopción del cristianismo. Sino, a los EE.UU. les habría bastado pasar propaganda feminista y progresista para convertir a los talibanes, y lo intentó. EE.UU. gastó casi $800 millones de dólares en propaganda feminista durante su ocupación de Afganistán. Los cristianos gastaron $0 (o casi nada) para el momento en que Constantino se hubo vuelto emperador. Pensá en el cristianismo como un virus del Imperio Romano.
Bueno, los virus no tienen como misión ayudar a su huésped, sino la replicación (con el cristianismo esto es literal “llevad el evangelio a todas las naciones”); hay algunos parásitos que son beneficiosos, como los de la flora intestinal, pero no siempre es así. Los virus mutan sólo para ser más infecciosos; no tienen interés alguno por el bienestar de su huésped, a veces la misión del virus y el bienestar del huésped coinciden, otras veces no. El ejemplo es China, donde, después de haber diezmado a la población, tuvo que mutar para no destruir a su huésped; ni que sólo quedaran quienes eran inmunes.
Las ideologías políticas no tienen relación consistente con la realidad. Si coincidir con la realidad, construir un discurso racional apropiado a la verdad, les sirve para replicarse, bien. Si crear una fantasía les sirve para replicarse, aunque sea nociva para su huésped, bien, o incluso mejor. Parafraseando a Moldbug:
“En muchos sentidos, la locura es una herramienta más efectiva para organizar que la verdad. Cualquiera puede creer en la verdad. Creer en la locura es una demostración férrea de lealtad. Sirve como uniforme político. Y si tenés un uniforme, tenés un ejército”.
Pero es aquí donde vuelvo a discrepar con Moldbug. Según él, el progresista es el equivalente a un braman (la casta sacerdotal de la India; ya que la ideología de izquierda prioriza el sentido religioso por sobre la eficiencia económica, la del trabajo) y el hombre de derechas a un vaisía (la casta comerciante y artesana; pues lo que quiere es libertad económica y una relación consistente con el mundo concreto). Este modelo es deficiente, por dos motivos:
Las castas en el sistema hindú responden a un mismo horizonte espiritual, no compiten entre ellas, sino que son los órganos de un mismo cuerpo. Esto es verdad a medias en Occidente. El progresista liberal y el libertario sí se acomodan a este modelo.
Hay libertarios que no tienen problema en que las empresas privadas practiquen abortos, cirugías de reasignación de género ni que se cree todo un mercado farmacéutico multimillonario basado en la venta de hormonas sexuales, siempre y cuando él pague poco o nada de impuestos en todo ello.
Hay progresistas liberales que no tienen problema con los monopolios comerciales ni con la propiedad privada, siempre y cuando todas las razas, todos los géneros y todas las nacionalidades puedan participar del neoliberalismo globalista tecnocrático por igual; siempre y cuando el discurso dominante del sector privado sea woke; “fronteras abiertas, ciudadanos del mundo”, toda esa basura. Pero ¿y los nacionalistas, la derecha disidente en contra del libre mercado y de fronteras abiertas; la izquierda anticapitalista e intervencionista, dónde entra?
Las castas se mueven en estamentos totalmente distintos, uno no elige ser de tal o cual casta; uno nace en ellas. Moldbug dice “que el wokeísta de a pie, el profesor de educación secundaria, es un braman; su misión es trabajar con la mente y la lengua”. Pero el wokeísta de a pie no cumple rol ceremonial alguno, es un asistente más a la misa y un practicante de la religión.
Si bien es verdad que las universidades son los templos del wokeísmo, los centros políticos de los libertarios son también templos. El wokeísta que se recibe de la universidad puede elegir ser un profesor (y por ende ocupar el lugar de un braman), ser político (y por ende ocupar el lugar de un chatria) o inaugurar un bar gayfriendly (ocupando el lugar de un vaisía); como hemos visto, se puede ser de la izquierda más interseccional y deconstructivista, y aún así lograr amasar millones de dólares.
No, hay que ver la diferencia entre la derecha y la izquierda como diferencias metafísicas, como diferencias de inclinación y dirección, siendo las ideologías o las doctrinas políticas los circuitos físicos en los que las personas pueden distribuirse a sí mismas y ordenar sus ideas. La inclinación a la derecha o a la izquierda es una diferencia en los cuerpos de las personas, que hacen que la infección de tal o cual virus, se manifieste de maneras distintas.
La prueba está en que en Occidente el marxismo ya no existe pero claramente existe la izquierda; en que haya libertarios que, debido a la incapacidad de formalizar un pensamiento político coherente, celebren que el estado intervenga en el mercado para censurar aquello que del interior del ser les brota como algo inaceptable.
La izquierda nace con los Ilustrados, Humanistas y Liberales, (recordá que se llama así, porque los jacobinos se sentaban en la izquierda del congreso revolucionario francés, los jacobinos tenían ideas que hoy coincidirían bastante con las de Milei); es una deriva ontológica a través de los eones. Lo que ayer fue izquierda hoy es derecha, y lo que ayer fue satánico hoy es izquierda ¿Cómo explicamos esto?
El liberalismo es un virus que no mata pero que obliga a su huésped a adaptarse para que los síntomas no le hagan la vida imposible, tortuosa. El liberalismo clásico, a lo jacobino, a lo Alberdi, es un virus para el cual el cuerpo moderno está totalmente inmunizado, no genera fulgor político alguno, no produce síntomas, no es capaz de replicarse. Pero dos cepas hijas compiten hoy entre ellas (porque los virus mutan, es su naturaleza): el libertarianismo y el progresismo liberal.
El libertarianismo (en tanto que es ideología, es decir, en tanto que es una serie de proposiciones lógicas, dogmáticas y teóricas) infecta a los cuerpos de derecha, y el progresismo liberal, que es también una ideología, a los cuerpos de izquierda ¿Por qué? Porque son el mismo virus, levemente mutado para explotar las deficiencias inmunológicas de estos dos tipos diferentes de cuerpo; pero examinados, comparten el 90% de su ARN, o sea, de su axiología.
En la entrega #0 demostré que el equivaler “libre mercado = conservadurismo — mercado intervenido = progresismo” es totalmente insostenible. Es decir, la metafísica del libertario le hace estar en contra de la izquierda, pero sus herramientas (ideo)lógicas lo limitan a pensar en una sola dimensión, la de relaciones económicas y financieras. De cierta manera “es esclavo de lo que está escrito”. Dos enemigos pueden estar equivocados sobre un mismo tema, pero nunca estar los dos en lo correcto y aún así discrepar.
En cierto sentido, que la derecha encierre en y destierre a la izquierda al espacio del marxismo, acusando la existencia del “marxismo cultural”, es una estrategia de autoengaño para generar una sensación de seguridad. Es exiliar a la izquierda, desde una realidad diaria e inmediata, hacia la mediatez y lejanía geográfica y temporal de la Unión Soviética. Es lavarle las manos de toda culpa de que la izquierda triunfara a lo más amado por los libertarios: el estado liberal y laico.
La realidad es que la izquierda está bien arraigada, de un modo u otro, a Occidente, al sistema capitalista. Es este alejamiento parcial, en lugar de mostrarlo como parte de lo uno, de la totalidad, lo que vuelve tolerable y combatible a la izquierda para el libertario; porque el mundo que defiende es víctima de este virus, le permite atacar a la izquierda sin atacar al capitalismo. Pero el virus ha estado tanto tiempo en el sistema capitalista, que ya el proceso de mutua adecuación ha concluido, y más que virus, ahora está en una relación simbiótica con el capitalismo; es más, es la mismísima matriz lógica de la cual también emana el capitalismo de dónde emana el progresismo.
¿Querés que te dé un ejemplo? Antes de la revolución francesa, ser cristiano no era cuestión de derechos religiosos individuales ni de libertad de consciencia, sino algo obligado por revelación divina, y que al mismo tiempo rectificaba todas las dimensiones de la vida, no sólo públicas y sociales, sino también estéticas, éticas y filosóficas. El estado, como cualquier ente creado, se debía justificar en Dios y a adecuarse a la religión, sí o sí.
Con el liberalismo, el cristiano tuvo que adaptarse, recortar a una mera elección individual en libertad solitaria su religión, para así poder sobrevivir en la actualidad; el ejemplo, como ya lo mencioné antes, fue la guerra que Bernardino Rivadavia le declaró a la Iglesia Católica en Argentina, en la que él utilizó toda la fuerza del estado. De la misma manera, el estado dejó de estar arrodillado a algo superior, y empezó a arrodillarse a la gente. Y la gente, a diferencia de un texto sagrado, cambia en lo que dice. Es ingenuo pensar que el liberalismo no iba a terminar en progresismo. Los antiguos atenienses al menos supieron bien que la filosofía socrática era extremadamente subversiva para la sociedad pagana, aunque los derechistas de hoy no se den cuenta de que la filosofía liberal también lo es para la sociedad occidental; porque lo peligroso no es el contenido sino el sistema de las ideas. Pero me estoy yendo por las ramas.
Es por esto que los libertarios tienden a estar en contra del progresismo, entrá a cualquiera de sus grupos en cualesquiera redes sociales, pero que no sean oficiales (es decir, que no estén bajo el escrutinio público ni de la justicia electoral) y vas a ver que los miembros se la pasan compartiendo memes o mensajes antifeministas, homófobos, tránsfobos, etc. ¿Pero los libertarios no defienden un sistema de valores éticos que básicamente se resume en “el que quiera hacer de su culo un bonete es dueño”, al mismo tiempo proclamando la libertad del sector privado, cuando el sector privado muchas veces es profeminismo, progay y protrans? Dejame proponer la siguiente tesis:
Para esto, es necesario recordar el concepto de sentimientos de inferioridad de la entrega #1 (lo siguiente es contingente, pero va a servir para demostrar un punto importante). La persona de izquierda se define en contra de la de derecha por esto, los sentimientos de inferioridad. Al hombre de derecha le gusta la imagen de lo fuerte y lo trascendental.
El libertario y el tradicionalista (ambos de derecha) comparten una esencia biológica, es decir, este amor por la estética de lo fuerte; pero están infectados por distintos virus. El tradicionalista por un virus que le da una visión integrista, donde el mercado y los derechos civiles y políticos deben arrodillarse ante el estado, y al mismo tiempo el estado debe arrodillarse a una ley eterna y a una verdad perenne. El libertario está infectado con el virus del liberalismo, pero al igual que el tradicionalista siente repulsión por la degeneración moderna; por los sentimientos de inferioridad.
El comunista ortodoxo comparte la esencia con el liberal progresista, en que ambos tienen sentimientos de inferioridad. Pero el comunista ortodoxo está infectado por el mismo virus que el tradicionalista: el estado es soberano sobre la sociedad, y al mismo tiempo el estado debe arrodillarse a su dios, la dialéctica materialista histórica y el triunfo del proletariado. El liberal progresista está infectado con el virus del liberalismo, y por ende rechaza el planeamiento central, a diferencia del comunista y el tradicionalista, y esto lo comparte con el libertario.
Sé que ahora, tal vez no tenga mucho sentido (y no la hará hasta mientras no analicemos la capa basal —algo que haremos en entregas posteriores—). Lo importante aquí es explicar por qué hay algunos libertarios de derecha y otros de izquierda.
Fijate acá cómo Stone_Toss todavía no puede formalizar correctamente esta distinción. Conozco una profesora universitaria que usa neoliberal y fascista indistintamente; mucha gente lo hace, quienes son de izquierda y tampoco pueden reconocer esta distinción hacen esto: la realidad no es tan simple como “derecha vs izquierda”, empero, hay que ser precisos.
Dicho esto, hagamos las siguientes preguntas:
¿Es el libertarianismo, en tanto que es una doctrina de proposiciones científicas que si se aplicare al estado cambiaría las relaciones económicas y sociales, la herramienta política que va a satisfacer a los libertarios de derecha en sus deseos? ¿El mundo resultante de la abolición del estado o su reducción al mínimo va a satisfacer a la gente que es de derecha?
¿Es el libertario de derecha promedio consciente de las verdaderas relaciones entre la ideología de izquierda, los estados y el libre mercado; o está confundido y sesgado como Laje y Márquez?
¿Es sano que los libertarios alaben momentos históricos que ya no lo son y a los que no se puede volver; que idealicen la Argentina de la segunda mitad del S.XIX, cuando las tecnologías, los mercados y el sistema financiero ha cambiado tanto? ¿Cuando fue ese sistema quien se degeneró en lo que es la realidad política y social argentina actual?
Vos podés tirar un jarrón al piso y romperlo en mil añicos, pero no podés tirar esos añicos al aire y que mágicamente las piezas se vuelvan a unir. Lo podés arreglar, pero el arreglar y el crear implican dos procesos y metodologías absolutamente distintas; dos aproximaciones opuestas.
Pretender que liberar la economía va a generar trabajos a patadas en el S.XXI es ingenuo ¿Vos te pensás que la Unión Europea no pone impuestos a la importación para proteger sus industrias; muchas de ellas producto del Plan Marshall? En el S.XIX era factible, porque casi ninguna parte del mundo estaba industrializada.
China y otros países de Asia para poder industrializarse y ser competitivos en la segunda mitad del S.XX, tuvieron que básicamente someter a los trabajadores a condiciones de trabajo esclavo, donde muchas veces el salario era de centavos la hora; y la mayoría de las veces sin seguridad social alguna.
Es posible, sí, China lo hizo, pero a través de la participación activa del estado como propietario de capital y rechazando todos los consejos de los economistas occidentales (los mismos que en los 90’s hundieron a Rusia en un proceso que destruyó la mayoría de las industrias que habían quedado de la Unión Soviética y que los devolvió a un nivel de desarrollo humano similar al de la época de Stalin y a una crisis de mortalidad en su población urbana).
Recordemos que esta empresa, Las ruinas de Palmira, no se centra en lo económico, sino el social y cultural. Es decir, la pregunta correcta es: ¿el libertarianismo detendría la izquierda interseccional y el adoctrinamiento de la población, a través de la restructuración en las instituciones y espacios civiles, sean estatales o privados?
Es por esto que vemos cada vez menos gente de derecha diciendo “la homosexualidad está mal porque es antinatural y degenerada moralmente” y más gente de derecha teniendo que rodear el ataque diciendo cosas como “son parte del lobby globalista; el Che Guevara era homófobo; pueden hacer lo que quieran pero no en público”, etc. Porque el virus del liberalismo les impide formular pensamientos que no contradigan su moral interna. Y esto es impotencia absoluta.
Supongamos que sos un pagano olímpico en la antigua Roma. Vas, sacrificás tu vaca a Júpiter, luego vas al templo de Marte, dejás un tributo a Minerva, etc. Y ves que el Imperio está cerrando los templos paganos y convirtiéndolos en iglesias cristianas; que el cristianismo ya no es un fenómeno de la plebe, sino de también de los patricios, es más, ves que la mayoría de los patricios ahora son cristianos.
Y vos por supuesto no querés que el cristianismo avance, y como claramente el avance del cristianismo está promovido por el gobierno imperial, si el estado colapsara sería el fin para el avance del cristianismo ¿no? Vienen los bárbaros, destruyen al Imperio Occidental ¡Chau cristianismo!
Pero luego con sorpresa te encontrás con que los bárbaros que destruyeron al Imperio también están infectados con el cristianismo; no sólo eso, son monárquicos (al igual que las empresas privadas1 y el emperador que obligó al Imperio a volverse cristiano); empezás a pensar que tal vez la mejor manera no era destruyendo al Imperio, sino simplemente derrocando al emperador, volver a la república, y que la población pagana tuviera la oportunidad de imponer senadores y tribunos anticristianos; o incluso poner a un emperador pagano. Veamos cómo ocurrió en realidad.
Creer que debilitando o destruyendo al estado el progresismo va a detener su avance en la sociedad es un error; o al menos no tiene fundamento. Acordate, es un virus, y los virus infectan a las personas, y estas personas luego controlan instituciones, pero las instituciones no están vivas en sí mismas. La caída del Imperio Romano no hizo nada en contra del avance del cristianismo, es más, fueron los reyes germánicos, como Carlomagno (bajo el favor del Obispo de Roma; libre de la relación exclusiva con el emperador), quienes llevaron sus cruzadas cristianas al norte de Europa.
Fue la caída del Imperio Romano, y la fragmentación de sus provincias en reinos, lo que le permitió al Vaticano y a la Iglesia Católica convertirse en el corazón pulsante de la vida espiritual y el centro intelectual de toda Europa. La caída del Imperio le permitió a la Santa Sede librarse de la sujeción al estado, para así poder convertirse en un supraestado, con poder sobre todos los reinos de Europa Occidental ¿Te suena de algún lado?
Veamos lo que dicen nuestros amigos del World Economic Forum: “El Gran Reinicio: Por qué la inclusión LGBT+ es el secreto para el éxito pospandémico de las ciudades”. Bueno, lo de Soros, Bill Gates, Jeff Bezos, etc. no hace falta recordar.
Es cierto, el cristianismo se expandió a causa de la labor del Imperio Romano, pero no desde el principio, durante los primeros siglos fue perseguida la Iglesia por el Imperio. Y desaparecido el Imperio, el cristianismo no se fue; al contrario.
La homosexualidad fue penada por muchos estados democráticos occidentales liberales, y es cierto, hoy en día los estados occidentales liberales son quienes promueven la homosexualidad. La pregunta es: ¿si desaparecieren o se debilitaren los estados occidentales, la propaganda queer y su hegemonía social se verían afectadas de algún modo? Esta misma pregunta hacetela con toda la izquierda progresista interseccional. Googleá a JP Morgan y Chase.
Roma pudo haber caído, pero no la Iglesia. De la misma manera, los estados occidentales pueden caer, pero otras instituciones más poderosas y ajenas al estado van a seguir siendo los focos infecciosos del progresismo. Pensá en George Soros y Klaus Schwab como los Carlomagno del progresismo.
La izquierda como virus tiene una gran desventaja sobre el cristianismo, no es beneficioso para su huésped. No construye, sólo deconstruye, lo que es simplemente un eufemismo para la destrucción. Obvio, como dijera antes, el huésped y el virus van mutando conjuntamente para alcanzar una relación estable, donde ambos puedan sobrevivir el proceso de infección y prolongar el contagio; cuando este proceso se estabiliza, obtenemos aquello que se llama cultura y tradición.
Tarde o temprano, la izquierda va a cambiar tanto al cuerpo occidental que va a ser imposible imaginarlo sin el progresismo interseccional, como es imposible imaginar la Europa medieval sin el catolicismo o la antigüedad clásica sin la mitología olímpica.
Cuando Justin Trudeau dijo que Canadá es el primer país posnacional quiso decir algo muy serio; que Canadá va rumbo a desaparecer, y que su lugar otra cosa lo va a ocupar usando el mismo nombre. Lo que quiero decir es lo siguiente: la idea de debilitar o renunciar al estado, en tanto como cuerpo político con monopolio de la fuerza y que puede imponerse por sobre los individuos, disponer de su vida y de su libertad, es debilitar o renunciar a la única herramienta para luchar contra la izquierda. Los virus se esparcen solos, pero sólo los estados pueden imponer cuarentenas y campañas de vacunación.
Los focos de contagio más transitados de la sociedad son de izquierda, y muchos de ellos ni siquiera son estales. El estado nos metió en esto, y sólo el estado puede sacarnos. La derecha no necesita de libertarios, necesita de doctores de la peste.
Si te ponés a pensar, los capitales privados son monarquías en miniaturas; de la misma manera en que la posesión de un reino le da autoridad al rey, la propiedad de una empresa le da autoridad al dueño del capital. Y la línea dinástica de un trono, al igual que la propiedad privada, es heredable; ambas son un patrimonio familiar.
Antes de dar mi postura ante el texto completo atrévase a mirar esto: https://twitter.com/Dark_kestrel/status/1494819090208215041
y a decirme que la iglesia no debe de caer.
Tanto Roma como la iglesia deben de caer y morir, lo que nunca puede caer es la religión y sus valores. Si eso cae ni toda la iglesia del mundo hará algo para recuperar al mundo/