Este texto es una forma abierta de pensar, y quiero invitarlos a que me interpelen en lo que no estén de acuerdo.
DEL AMOR
El importuno Eros,
azotando mi rostro
con olorosa rama de jacintos,
me mandaba a correr tras de sus pasos.
El ardiente sudor me fatigaba,
atravesando selvas,
torrentes y profundas cortaduras.
Mi corazón a la nariz subía
y sin aliento me dejaba. Entonces,
tocándome la frente con las alas,
“¡Tú no puedes amar!”, dijo riendo.
Preliminares
Cuando tenía alrededor de diez años mi madre me hubo dado alrededor de veinte pesos con los que fui corriendo a la librería a comprar la primera obra de mi elección. Instintivamente después de que comprara «Sobre el amor y la muerte» de Patrick Süskind mordí el libro de tapa dura que contenía tal obra y que hasta el día de hoy me acompaña, con la marca de mis dientes aún presente. Nada recuerdo del libro, a excepción del primer relato que nos lleva al enamoramiento de un hombre de mediana edad del efébico botones que lo atiende en los Alpes Suizos.
La misión filosófica de Heidegger es muy simple: para él hubo en la tradición metafísica occidental un olvido de la pregunta por el ser, y se la ha reemplazado por el cuestionamiento exclusivo de los entes. Heidegger con ser quiere decir algo muy simple, cuando yo digo “el día de hoy es hermoso” es muy distinto de cuando yo digo “el día de hoy es 11 de frebrero”. El “es” en el primer ejemplo no puede ser constatado por nada, podríamos decir “no es verificable bajo los estatus de verdad o falsedad”. Por el contrario, el segundo ejemplo es constable por un calendario. Pero supongamos que estás en excelente compañía una tarde de primaveral y el viento sopla un olor a humedad y clorofila bajo un violeta crepuscular. Vos le decís a la persona que te acompaña “es una tarde hermosa”, ella te responde que “en efecto, es una tarde hermosa”, y pasa por casualidad alguien que les dijese “no, no es contastable objetivamente bajo ningún parámetro, por lo tanto no es verdad”. De aquí vienen mentiras como “la belleza es subjetiva” o “la belleza es relativa”, esto será importante más adelante.
La mirada de los dioses
Para Heidegger el olvido del ser comienza con Platón y se estabiliza con Aristóteles. Para ellos la esencia explica que las cosas sean, para Platón las esencias son inmutables y externas al intelecto humano; para Aristóteles las esencias dependen de la experiencia y son internas al intelecto humano, siendo el factor crítico la substancia que inevitablemente presenta tales o cuales rasgos ante los sentidos. Aquí comienza la ontoteología, que es explicar el ser por medio de otros seres o por medio de un ser superior. En Platón y Aristóteles son las formas puras. Con La Escolástica es Dios la fuente inagotable de ser, pues en su intelecto todo lo pensado es. Con Descartes y Kant, con diferencias, es el pensamiento humano, y con Hegel finalmente el espíritu. Esta historia del estudio del origen de la entidad Heidegger no desconoce, como tampoco niega que la metafísica alcanzara su consumación con Hegel, pero sigue un problema, persiste una duda, que si bien no se puede ilustrar sin entrar en demasiados detalles, lo intentaré de la siguiente manera:
Persona 1: ¿qué es la luz?
Persona 2: Lo que alumbra
Persona 1: ¿Qué es alumbrar?
Persona 2: Sacar de la oscuridad para que podamos ver
Persona 1: ¿Y cómo ocurre esto?
Persona 2: Fijate el sol, cuando el sol no está toda la tierra yace en la noche, lo que hace una vela no es más que lo que hace el sol pero en menor medida.
Al principio la respuesta pareciera obvia, pero se debiera poder explicar lo que es la luz sin recurrir a ninguna fuente de luz, ni mostrar lo obvio. Del mismo modo, se debiera poder explicar lo que es el ser sin recurrir a ningún ente. Vamos a concretarlo en otro ejemplo.
Separados por 2,500 años pero de cierto modo al mismo tiempo un romano poco piadoso y un tecnócrata interseccional están molestos por un amor no correspondido. El romano diría algo como “es Amor que me está jugando una mala pasada, caprichoso y con ganas de verme desdichado”. El tecnócrata interseccional, si es más de la vena de los estudios críticos, diría algo como “estas pulsiones psicológicas no son más que las espectativas impuestas por el patriarcado que me hace esperar una serie de respuestas como la sumisión de ella para conmigo... etc.”, si es más de la vena cientificista diría algo en las líneas de “no son más que una serie de procesos químicos en mi cerebro que me condicionan psicológica y conductualmente, como la adicción a la nicotina; neurotransmisores, hormonas” etc.
Y aún así, a pesar de que las explicaciones de uno y de otro sean distintas, y las del último probablemente ciertas, comparten la misma revelación de un otro, el mismo anhelo de pertenencia dentro de la intimidad de la otra persona, pero más aún quisiera poner acento en la pérdida de control absoluta ante la aparición de esta entidad, la de la amada, de esta manera en particular, es decir, a través de este ser particular. Toda esta serie de explicaciones teóricas no son más que partículas inconexas ante la verdadera presencia del enamoramiento. Es aquí donde la diferencia entre el pensamiento sobre los entes (los objetos que están siendo) y el pensamiento sobre los seres (las diversas formas en que los entes surgen) se muestra a luz. Nuestras explicaciones racionales poco y nada pueden hacer ante la aparición de los seres; en muchos casos estas explicaciones pueden estar desconectadas del ser fundamental, es decir el Da-Sein; y el Da-Sein, como objeto de la ontología fundamental, reune a los entes y los revela al margen de otras formas de ser dependientes, a pesar de que la lógica usual y ortodoxa las desafíe como falsas, porque como dijera Heidegger, la lógica formal sólo habla del pensamiento, pero no es pensamiento y el verdadero pensamiento depende de algo aún más profundo y fundamental.
Un ejemplo es cómo la causa feminista se alía usualmente con la causa transgénero, a pesar de que claramente ambas tengan una definición teórica de lo que es la entidad de la mujer opuestas. Para las feministas el ser mujer es algo esencial que no debe confundirse con adscripciones históricas y sociológicas, es decir, el ser mujer es independiente de cosas como la vestimenta y el uso de determinados peinados y demás usos estéticos; de la orientación sexual y demás espectativas sociales, es independiente de la maternidad, etc. Es decir, para una feminista, si una mujer quiere llevar el pelo corto, usar pantalones y ser lesbiana, nada de esto la hace menos mujer; en pocas palabras, ser mujer no pasa por la adecuación a la imagen de la entidad resguardada en el imaginario colectivo (pues la lucha feminista no hizo que las mujeres dejaran de ser mujeres, sino que se trasladaran los objetos pertenecientes a este imaginario colectivo hacia otras coordenadas). Para el movimiento transgénero, por el contrario, ser mujer es una condición histórica y social, es por ello que para validarse como mujeres las personas transgénero tomen justamente la forma ortodoxa y estereotípica de las vestimentas femeninas, sus cortes de pelo y demás accesorios estéticos, la validación de la sociedad por medio de formas corteses y del estatuto legal, etc.; en pocas palabras, para el movimiento transgénero, ser mujer pasa por la adecuación a la imagen de la entidad resguardada en el imaginario colectivo (pues el movimiento transgénero trata de fijar ciertos rasgos como el pelo largo, el tener pechos o usar pollera como aquello ligado intrínsicamente a la identidad de mujer). Por supuesto que hay algo que une a estos dos movimientos, pero tal cosa no nos concierne aquí, porque después de todo, la lucha interseccional es.
Habiendo aclarado que la lógica poco y nada puede hacer ante la revelación del ser, y que los entes en útima instancia no se gobiernan entre ellos, sino que son gobernados por los seres, permítanme ahora hablar con el corazón. Volviendo al tema del amor y de la muerte.
En el último tiempo ha habido el surgimiento de un mercado técnico del amor, gurús sexuales que prometen las claves para poder conquistar a quien deseés siguiendo una serie de pasos metódicos bien definidos, en algunos casos basándose en la psicología clínica, la neurociencia y la endocrinología. En esta vena también se suele hablar también de la jerarquía masculina en un tono positivista “alfas, betas, gamas, omegas” etc. Algo que personalmente me parece muy homosexual. Los varones no deberíamos observarnos a través de los prismas de la altura, la musculatura, el tamaño del miembro viril o la belleza facial, es decir, pensar entre nosotros cuán cogibles somos, sino que creo que deberíamos pensarnos como hermanos cuando compartimos una misión común, como rivales cuando competimos por un objetivo que todos no pueden tener, o como enemigos cuando nuestros principios son opuestos. Recuerdo un meme que vi que decía “¿Qué, cómo que estás caliente? Pensar en sexo es un rasgo femenino, los varones sólo pensamos en metafísica trascendental y conquistar naciones enemigas”. Es un meme, pero hay algo de cierto en ello.
Lo importante aquí es notar la esperanza de algunos y el provecho de otros de poder controlar la sexualidad por medio de la técnica; es decir, poder hacer aparecer en otra persona el sentimiento del amor a voluntad. Hay por supuesto verdaderos hechos de tales conquistas, como la de la medicina. Otras que parecieran un empate como la producción a escala masiva de cultivos transgénicos. Y otros casos que son derrotas en eterna inminencia, como la amenaza eterna del invierno nuclear global.
Es claro que la aparición de todos estos actos tecnocráticos son el resultado de la priorización de la ontoteología, es decir, en el caso del amor, lo que causaría es la rectitud de la adecuación, orthotes en griego, de determinados rasgos y actos descritos en la psicología, la neurología y la endocrinología. Volviendo al ejemplo que diera más arriba, sobre «el ser del día». Yo efectivamente puedo decir es “11 de febrero” y tal sentencia será verdadera o falsa dependiendo de la adecuación recta (o no) al calendario. Bajo esta mirada, el amor es algo causado por otros entes analizables de forma científica, describibles de forma teórica y manipulables de forma técnica; y el guardián de este poder sería el gurú sexual ¿Pero qué cuando digo que el día es hermoso, cuáles son los parámetros técnicos de tal apreciación?
En el caso de los atardeceres por ejemplo, es muy común oír la frase “parece un cuadro, una pintura” pero ya de por sí el cuadro, la pintura, es una copia surgida de un atardecer real. Es decir, lo que se inscribiera en el colectivo imaginario como un atardecer idílico no se debió en primera a una generación in situ abstracta, de la misma manera en que para poder definir biológicamente al gato primero el gato tuvo que haber surgido como ente previo a todo conocimiento biológico o taxonómico; el ente primero surge y sólo una vez que surge se puede hablar y pensar en él.
Incluso corremos el riesgo de juzgar la belleza originaria de un atardecer por lo que no es sino por lo que está en el imaginario colectivo. Es decir, comparamos a algo real por una imagen artificial de lo que socialmente, de lo que colectivamente, se considera como “la norma, lo correcto; la medida”. No tiene nada de malo pensar, mejor dicho “sentir”, que haya atardeceres superiores a otros, lo que es triste es juzgar de inferior a un atardecer real comparándolo con el recuerdo falso surgido de la copia de un atardecer que nunca presenciaste de manera directa y sólo porque la opinión pública lo dice así. Con las personas hacemos lo mismo (si no habré desperdiciado tiempo persiguiendo a las “únicas y detergentes”). Por supuesto que para esto debe haber la posibilidad de una belleza originaria al margen de la rectitud ontoteológica que se instrumentaliza en la adecuación, y sobre la cual ésta descansa. Una belleza cuyo estatuto de verdad no dependa de recurrir a un tercer término abstrácto para la verificación, sino que se da entre uno y el ente directamente.
Es aquí donde la noción del hombre clásico entra en escena. En la religión olímpica los dioses gobiernan determinadas regiones, esto es claro en las deidades menores, donde el nombre del dios corresponde a sustantivos comunes que hoy seguimos usando. Amor/Eros gobiernan el amor, el erotismo; Mors/Tánatos gobiernan la muerte; Victoria/Niké gobiernan la victoria, etc. Si bien obviamente había rituales de ofrenda y petición a los dioses la actitud cambia radicalmente. En la mentalidad tecnocrática siempre se cierne la posibilidad del control total sobre del ser dada la disponibilidad de tal o cual ente, o de tal o cual técnica. En la mentalidad clásica, en última instancia, siempre yacemos a merced de los dioses.
Analizando los poemas de Anacreonte, y demás textos griegos arcaicos y clásicos, no pareciera haber un trato gramatical diferente entre el amor como sentimiento con el Amor como dios, ni mucho menos alguna discreción ortográfica alguna propia del periodo clásico. Es decir, el dios Amor y el sentimiento amor es lo mismo. Si bien se podría argüir que la divinidad también es un ente, este ente, a diferencia de los objetos de la ciencia moderna, incluido el hombre, posee una voluntad sobre el ser mismo, de manera no causal sino casual. A diferencia de lo que ocurre en la modernidad, donde incluso la voluntad del hombre se ha explicado mecánicamente a través de cosas como el conductismo y la neurología. Y ahora tal vez muy inteligente estés pensando “pero los dioses siguen siendo entes”, a lo que te respondo “el punto es que en los griegos automáticamente se evocaba la aceptación del ser como lo que gobierna a los entes, aunque se tenga que recurrir a los entes, a la palabras en este caso, para transmitir este sentimiento”. Heidegger no arguye que nosotros no experimentemos el ser, sino que no concebimos al ser como algo independiente de los entes en la tradición metafísica occidental, y por supuesto lo que esto implica.
En todo recuerdo yace la verdad, y toda verdad se sostiene en la muerte.
Voy a ser directo. El primer tipo de verdad como rectitud ante un tercero se llama, como dijera antes, orthotes; el segundo tipo de verdad que no depende de relación terciaria alguna se llama alétheia. Esta última palabra está compuesta por el prefijo negativo a-, y la misma raíz léxica de “lanthano” que significa “me olvido”o “me escondo”. En el Hades, el río Lethe, es el río del olvido.
Para Heidegger todo recuerdo es primero que nada “un desolvidar” de todo lo que el evento, Das Ereignis, es decir, la incepción de la historia, ya ha guardado dentro de sí, y sobre lo cual el ser descansa plegado en cuatro polos: los hombres, los dioses, los cielos y la tierra. Es aquí donde debemos recordar cuando Heidegger tuvo que viajar a Francia para decirle a Sartre que era un pelotudo en “su carta sobre el humanismo”. Heidegger en Ser y Tiempo nos recuerda los pasajes de Parménides en los cuales lo opuesto a la doxa, a diferencia de los socráticos, no es la episteme, sino la aletheia. Es decir, en Parménides y en Heidegger, a diferencia de Socrátes y Hegel, y todo lo que hay en el medio, la elección no es entre opinión y ciencia, sino entre opinión y desocultamiento. Para Sartre la existencia depende de las coordenadas relativas en las cuales otros seres humanos son los puntos de referencia, el famoso “el infierno son los otros”. Para Heidegger por el contrario, el ego y todos los demas existimos sobre algo que no es humano en el sentido humanista, y sobre lo cual no tenemos sentencia alguna, y justamente la verdad no depende de nada humano; la esencia de la verdad no puede ser colectivizada en Heidegger.
En el mismo poema de Parménides se dice “que lo que es lo es en la medida que no es”, es decir, la aletheia al mismo tiempo que revela algo lo oculta. Esto tiene dos lecturas, la primera es que obviamente el perro no es un gato. La otra es que lo que es efectivamente lo es gracias a lo que se oculta, y por ende no es; es decir, el aspecto negativo no es óntico “un perro no es un gato”, sino ontológico “el perro es así porque no es su «ser perro» de otra forma; no es que pudiese ser otra entidad, sino que sería la misma entidad pero con otro ser”. Para Heidegger, la doxa/Das Man se opone a la aletheia como desocultamiento a través del Da Sein en tanto que ambos existen en el “ordenamiento, el unir” propio del lógos, el hablar-y-pensar, pero para Heidegger, siguiendo a Heráclito y a Parménides que, a diferencia de los socráticos, sí le dieran importancia al tiempo, el desocultamiento de la alétheia no es estático sino que cambia con el tiempo. Sócrates, Platón y Aristóteles pueden reducir la verdad a orthotes porque para ellos la esencia de la verdad es intemporal y finita. Para Platón hay una idea perfecta de perro, para Aristóteles está la esencia del perro y luego accidentes. Todo desocultamiento en ellos está subordinado a una rectitud intemporal, que tarde o temprano, en especial para Hegel, será develada por los hombres. Para Heidegger éste es el primer inicio de la filosofía en tanto ontología de los entes y percluye (o excluye radicalmente) la muerte como posibilidad del ser, y la reduce a una entidad controlable por los hombres, “calculable y manipulable” (de allí las fantasías de inmortalidad, y los pelotudos esos que pagaron cientos de miles de dólares para ser congelados con la esperanza de que algún día los revivan).
El tiempo es otro ejemplo, lo podemos “encadenar” de manera metafísica o teórica como algo calculable y controlable la realidad es que como el amor y la muerte se revela caprichosamente, y es el tiempo quien para Heidegger habilita el ser. Heidegger escribió que nuestra época es la Cueva de Platón, donde las sombras no son no reales, y donde la iluminación es la maquinación técnica, la priorización de la teoría, o el vorhandenheit o “presencia a la mano” antes que el ser del Da-Sein. Las explicaciones teóricas rápidamente se caen ante el desocultamiento que el ojo atento atestigua. Una vez discutiendo con una bióloga le pregunté que por qué ocurría la evolución, a lo que ella me respondió que para sobrevivir mejor. A lo que le respondí que más del 80% de la biomasa del planeta son organismos unicelulares, otro 18% plantas y hongos pluricelulares, y que menos del 0,5% de la biomasa del planeta es de animales (de los cuales quienes más aportan biomasa son los artrópodos y los gusanos), y que además los organismos más evolucionados son los que más rápido se extinguen, mientras que los que persisten a lo largo de la extinciones masivas son justamente los organismos más simples y que por cientos de millones de años se han mantenido prácticamente igual. La evolución si es el camino hacia algo es el camino a la extinción. Este error cósmico que lleva inevitablemente a la muerte es sin embargo el causante de la belleza en el fenómeno que llamamos vida ¿No será que la vida es un gusano intergaláctico que busca siempre “ir más allá de su propio ser”? En fin, la bióloga me respondió con un “bueno, es así porque es así”. Claramente la evolución persigue la biodiversidad, no la supervivencia ¿por qué justamente una bióloga no lo pudo ver? ¿Los gurús sexuales podrían no ver la esencia del erotismo? ¿Los supremacistas raciales podrían no ver la esencia de la raza? ¿Las feministas podrían no ver la esencia de la mujer? En Heidegger esto significa algo preciso: ignorar e imposibilitar el desocultamiento al priorizar lo social, lo político, lo colectivo, lo ideológico: la doxa, todo esto antes que la revelación del ser.
Hace unos años estaba con la que en ese entonces era mi novia paseando por los puestos de la feria feminista de mi ciudad, cuando me encuentro con una puestera que estaba vendiendo "ser y tiempo". Charlamos un poco y me dijo que lo había empezado un par de veces pero era muy difícil y por eso lo vendia, a un precio irrisorio claro. Siempre me arrepiento de no haberlo comprado, quizás hoy estaría entendiendo este texto, aunque y sabiendo que es contrafáctico decirlo seguro me hubiera pasado lo mismo que a la chica que lo vendía. Mi cosnuelo es que me compré una linda campera columbia usada pero en perfecto estado ese mismo día.
Seguro este no es el tipo de comentarios que esperabas pero, como escribió otro lector anteriormente, el comentar como muestra de respeto hacia tu trabajo y si cabe, como aliento a que le sigas metiendo con la escritura me parece importante. Tengo pensado, en la medida en que me sea posible, ponerme al día con tus entregas así que quizás veas comentarios míos en posteos viejos estos días.
Me resulta bastante curioso cómo al leerle a usted o a autores como Jaeger o Spengler, por citar algún ejemplo, encuentro una profundidad de pensamiento que más que percatarme de dicha profundidad con la razón o mediante la reflexión, es más una impresión... algo intuitivo no racional. Admito que me cuesta mucho aprehender lo que dicen estos autores o lo que usted mismo ha escrito en términos parecidos; pero me parece muy cierto lo que leo. Me provoca una sensación justo como lo que describe acerca de la aletheia.
Aunque hace la cordial invitación a que se le interpele en alguna desavenencia, confieso que no soy capaz de hacerlo por ahora, porque no lo entiendo del todo. Pero pienso volver a comentar una vez que me haya leído varias veces el texto y reflexionado al respecto. De momento quería dejar constancia de mi lectura por consideración al esfuerzo que hace al escribir en este espacio.
Con anterioridad pensaba que, tal como escribe "la verdad no depende de nada humano; la esencia de la verdad no puede ser colectivizada...". Y, al igual que la verdad, muchas otras cosas tienen igual naturaleza, desde mi punto de vista. No soy contrario a la ciencia o a la razón y tampoco me parece que lo que ha escrito vaya por ahí. Lo que pude entender (y disculpe que lo malinterprete) es que existe algo anterior a la razón, por ejemplo. y que de hecho es lo que hace que sea posible. La razón puede aprehender a aquello, pero solo parcialmente y en tanto un tercero le sirva de referencia.
También me gustaría comentar que, siempre he tenido la sensación, incluso antes de leerle por primera vez, que aquello que se decanta a lo que usted denomina como orthotes o que se inscribe dentro de su influjo siempre se me presentó con un aspecto... "muerto" por decirlo de alguna manera. Cuando mi razón por sí sola y estéril me hacía renegar de la fe y la religión católica, aún así se me seguían apareciendo aquellas manifestaciones del espíritu humano con un aspecto "vivo" en contraposición a lo mencionado anteriormente. Ahora que mi razón no me impide abrazar la fe y el catolicismo, esto me parece más evidente todavía. Ya observaba esto mismo leyendo a los clásicos de Grecia y Roma, tanto en su mitología como en su filosofía y también en otros aspectos de su cultura. Y, por contraste, nuestra época se me presentaba carente de ese impulso vital.
Finalmente. por mencionar otro aspecto que me pareció muy interesante, sería mi dificultad para comprender la diferencia entre ente y ser como cosas distintas. Por momentos siento, más que pienso, que lo estoy logrando; pero no pasa de la mera sensación como cuando uno intenta recordar un sueño y más que imágenes claras le quedan manchas poco definibles. Y sin embargo está ahí. Corríjame si me equivoco, pero creo que uno de los efectos de confundir ser y ente podría ser el hecho de tomar las palabras por los referentes a los que se asocian, como lo que hacen quienes ya en repetidas ocasiones el profesor Jesús G. Maestro criticaba diciendo que "no se puede curar una enfermedad en medicina con filología", o algo parecido.
Sé que probablemente mi comentario sea bastante ajeno a su cometido: más que disputar alguna cuestión me gustaría preguntarle sobre muchas de ellas. Pero incluso para preguntar hay que saber formular las preguntas adecuadas y, como ve, me falta mucho por aprender.
Gracias por esta publicación. He leído otras (no todas), pero no me atrevía a comentar por no tener nada relevante que decir. Lo hago ahora por las sensaciones curiosas que experimenté al leer esto que ha escrito. Repasaré concienzudamente esta publicación y las anteriores porque ciertamente son temas que me interesan bastante.